lunes, 12 de octubre de 2015

Atardecer de luz

El hecho de estar aquí escribiendo es que el atardecer me inspira. 

La luz del sol siempre es una de las mejores fuentes de ensueño, de felicidad, me hace sentir contenta, alegre, me da consuelo y esperanzas. Me motiva.
Claro que aquello que me motiva es cuando toca tan delicadamente la arquitectura de la ciudad, mi ventana, las puertas de madera, las cuales se vuelven doradas y las sombras de todo lo que lo rodea se reflejan tan entretenidamente. Las paredes y las plantas. Los balcones. El reflejo del puro color en el cabello o aún mejor, los ojos, el color en los ojos de quién miremos. Puros. Algo molestos aveces por tanta luz en ellos, pero transparentes y naturales.
Nos avisa nos queda poco tiempo de día y nos convence de salir a disfrutarlo. Salir a sentir el aire en nuestro cuerpo, en la cara. Y que nos bañe con su luz, para ser parte de la escena. 

Pienso que es una de las mejores horas del día para fotografiar edificios. La arquitectura neoclásica presenta sombras que juegan, que se ven muy distintas a las de la luz de la mañana o del mediodía. 
La luz de la última hora del atardecer. Esa luz. Esa es la luz. El brillo. Acaricia a todo lo que toca. Es vida.

Por eso cada vez que me percato que está ocurriendo, la aprecio, la dejo entrar y la disfruto. Leo un libro junto a ella, meriendo, juego con alguna mascota, o camino. Paseo, vivo, corro, como, canto, sonrío. 
Sería una tremenda tontería dejar pasar de disfrutar de los maravillosos momentos que surgen cuando el atardecer se avecina. Es una hermosa parte del día que no tiene desperdicio. Jamás.

Cuando era chica, en el verano, nos recordaba que ya era hora de estar fuera de la pileta. Para comer, darse una ducha y salir al encuentro en la calle, o en la plaza o en el centro, con amigos, familia. De hacer lo que sigue y aventurarse a lo que se viene con la noche.

Aún así, ahora de grande, es una hora que marca un cambio. Nos da un respiro del día, a veces largos días laborales, o de mucho estudio, o días en que uno simplemente se siente abrumado y no encuentra mejor excusa para salir a disfrutar de un poco del aire de la tarde para ventilar sus pensamientos que con la perfecta luz del atardecer.
Es una oportunidad. Una manera de sonreír solo porque sí.
Es LUZ.


Parque Independencia, Rosario - Paisajista: Charles Thays.

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